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La principal diferencia entre mi generación y la de
mis padres, es que ellos están convencidos de muchas cosas y nosotros, casi de
ninguna. Somos los niños del Fujimorato.
Me explico:
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| American Dream - Luis Jimenez |
Todos los que tuvieron poder en la historia, trataron
de convencerse, ellos mismos y a los demás, de que su forma de ver el mundo era
la verdadera. Los romanos debían conquistar al mundo para civilizarlo; los españoles, para evangelizarlo. Ya un poco más tarde
en la historia, el gobierno Bolchevique emitía películas en donde campesinos y
obreros eslavos, salían cantando felices mientras cosechaban trigo o soldaban
armatostes de fierro en una fábrica luminosa y eficiente. Qué maravilloso era,
en esas películas ser el engranaje de una maquinaria perfecta que finalmente
llevaría a la humanidad a un paraíso
llamado comunismo. A su vez, el gobierno norteamericano convencía a sus
ciudadanos de que el mundo estaba bajo amenaza de ser capturado y que solo
ellos podían liberarlo, de que debían llevar la competencia como el mandamiento
que nos llevaría a un paraíso llamado liberalismo económico, en donde todos
seríamos millonarios. En toda la historia de todos los pueblos siempre hay un
grupo de personas tratando de convencer a otras de que la vida, el mundo, la
realidad es de una forma determinada. Socialización, le dicen[1].
Cuando me di cuenta de esto, me pregunté
-y me sigo preguntando- : ¿De qué
trataron de convencerme cuando era niño? ¿De qué quería convencernos el
Fujimorato? La respuesta que se me ocurrió, me dejó con una sensación extraña
en el estómago: No trató de convencernos de nada.
Usó la tele porque sabía que pasamos la mayor parte de
nuestras vidas mirando el mundo a través de pantallas. No podemos escapar. La
publicidad, la imagen, la velocidad… El problema – la hiperrealización del
mundo[3]-
se vuelve más serio cuando nos damos cuenta de que esas imágenes que usan casi
todos los universitarios de mi generación para construir su realidad[4]
desde que nacieron, tienen dueño -como casi todo en este nuevo mundo-. Durante nuestra
infancia, esas imágenes, tenían un solo dueño o bueno, quizás dos. Poco a poco
trataron de hacernos olvidar que detrás de las imágenes, más allá de los cerros,
cada vez más llenos de casas, que forman el paisaje limeño, estaba el llamado
“otro Perú” el que no tiene dinero para costearse pantallas frente a las cuales
poder olvidar lo mal que están las cosas.
Trataron de quitarnos la capacidad de preguntarnos por
lo que sucede y sin proponérselo nos
dieron, por primera vez en la historia, la oportunidad de construir
nuestra realidad a través de nuestros propios ojos y no los de alguien más. Desamparados de ideologías, moralidades, héroes y propósitos. Solos frente a la tele. Hemos aprendido que la imagen, el discurso, todo lo que se puede ver, oír y
tocar; puede mentir. Somos una generación sin líderes, una fractura en la
tradición política. Esto puede llevarnos al individualismo vacío de significado
y de propósito que, de hecho, nos achacan. Yo no quiero creer eso, sobretodo,
tengo muchas razones para no creer eso. Yo creo que ahora, como en todas las
épocas habrá gente con ganas de mejorar en algo las cosas.
Hoy es posible ser recorriendo el pasado, el presente y el futuro, sin el resguardo de un líder, doméstico o foráneo, que nos explique lo que pasó, lo que pasa y lo que pasará, si hacemos esto y somos valientes, podemos tratar de ser verdaderos creadores de nuestra realidad. Analizar, no juzgar. Estar dispuestos a estar equivocados: aprender de la historia. Ser libres, por fin.
[1] Berger y Luckmann. La
construcción social de la realidad. 1968.
[2] Fowks, Jacqueline. Suma y resta de la realidad: medios de comunicación y
elecciones generales 2000 en el Perú. 2000.
[3] Baudrillard, Jean.
Cultura y Simulacro. 1978
[4] Degregori, Carlos Iván. La década de la
antipolítica. 2012


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