En principio, tenía mucha curiosidad.
Luego de mis primeras experiencias con ayahuasca (una cada 2 o 3 meses más o
menos) mi vida realmente cambió. Era como si tener la mente bajo control fuera
el estado natural al que me estaba acercando. Estaba muy contento por eso a
pesar de que sobre todo, la ayahuasca me hizo consciente de que no sé casi nada
acerca de casi nada; y de que el camino hacia las preguntas que me interesa
resolver es más largo y difícil de lo que era capaz de imaginar antes de
conocer los mundos que la planta me reveló. Así pues, sin notarlo, bastante
confiado cometí algunos errores que me alejaron de mi nuevo estado de
conciencia. Al darme cuenta de esto, luché por recuperar lo perdido y poco a
poco fui lográndolo. En esas circunstancias es que llega el LSD. De la mano de
mi hermano que tenía un amigo que garantizaba un producto bueno, sin
alteraciones, aunque no había certeza acerca de la potencia de la dosis. Había
estado experimentando con mi mente durante las noches antes de dormir, observando
como pasa de una imagen a otra, de y como cada “yo” lucha por parecer real ante
la conciencia. Noté que debía aumentar mi capacidad para navegar esa tormenta,
ya que es algo que experimenté también durante la “mareación” de la ayahuasca.
Esto, me parece, es lo más importante que debe aprender alguien interesado en
sí mismo, sobre todo los que quieren usar psicodélicos como herramienta. Estas
sustancias hacen desplegar las verdades más profundas de tu ser pero también
pueden hacer que una ilusión se vea más real. Uno puede perderse durante varios
minutos entre visiones, intuiciones y sensaciones que, recorridas con la
conciencia atenta relevan lo que te mantiene dormido en el estado de vigilia
normal. De otra manera es solo un tripsazo que puede llevar una vida
de pseudo espiritualidad muy peligrosa. Tu vida se convierte en una dictadura perfecta porque se asemeja a la libertad. Hace creer que uno ha logrado algo
cuando en realidad ha
quedado esclavizado a alguna parte de su inconsciente.
Entrar con plena conciencia a la
tormenta que es la mente no domada fue la misión que me asigné al colocar en mi
lengua el cartoncito empapado de LSD que tenía guardado durante casi dos
semanas en mi mochila. En resumen decidí disfrutar del viaje sin identificarme
con nada, exactamente la misma actitud que trato de tener hacia la vida.
Estaba en mi casa, con mi hermano
cuidando y el sol deseándome buen viaje a esa hora de la mañana. Todo era
hermoso mucho antes de que empezara el efecto.
Luego de varias experiencias con
ayahuasca, una sesión de respiración holotrópica y prácticas casi diarias de
sueño lúcido, ya todo fue más familiar. Sentí poco a poco como me iba liberando
de mi personalidad casi sin resistencia. Rápidamente sentí una paz que ya
conocía. Todo era milagroso otra vez. De pronto las primeras visiones. Al
cerrar los ojos aparecen de inmediato los famosos fractales de luz y color de
las películas, los documentales y el arte psicodélico; aparecen bailando e
invitándote a relajarte y disfrutar.
Di un largo respiro y abrí los ojos, ese
no era mi objetivo. Empecé a reír calmadamente al darme cuenta de como me había
estado haciendo problemas inútiles acerca de varias decisiones que ya había
tomado. Ahí empezó el verdadero viaje. Mi mente y mis angustias, las que
todavía estaban ahí aparecían “dibujadas” en su complejidad no conceptual, en
su profunda simpleza “tratando” de ser reales. Entré en un estado de
introspección corto y no tan profundo como los que permite el ayahuasca, aunque
tuvo cosas útiles que me acompañan hasta hoy. De pronto desperté. Con mi mente
tranquila salí mi balcón. Sentí que el sol quemaba y me limpiaba. Vi una vez
más que todo era hermoso, me dejé llevar y los colores se volvieron
increíblemente perfectos. En ese momento cedí a un pensamiento que se había
quedado conmigo desde antes de ingerir el LSD. Extrañaba mucho a Susan esa
mañana como todos los días pero en el estado en el que estaba se hizo evidente
que mi mente no tenía nada que ver con ese “pensamiento” realmente estaba con
ella. Mi conciencia y la suya estaban evidentemente unidas -amor- escuché o
sentí, no sé bien que palabra usar. Amor. Eso sentí. ¿Pero qué podría decirle a
ella? ¿Y si empiezo a decir incoherencias? Shhh… Logre hacer silencio otra vez
y marqué el número. El efecto aumentaba su intensidad y me pareció evidente que,
a falta de ícaros, una guía externa me sería útil. Todo me decía que debía
llamarla.
Apenas escuché su voz sentí que
mi corazón crecía hasta inflamarse por un instante hasta que lleno de energía
se descargó haciéndome vibrar plácidamente.
- He tomado LSD -
- ¿Y qué tal? – Reconocí su tono
de su voz de inmediato. Era el mismo tono de voz que usó el día en que llamó mi
atención por primera vez. El tono de voz de una persona que realmente quiere
ayudar. El de una persona que pregunta porque le importa realmente. Sonreí al
darme cuenta de que fue en ese momento que me enamoré de ella.
-Bien, muy bien – Le respondí
mientras en el techo y las paredes se formaban más y más fractales de luz lila,
roja y verde.
Hablamos de nosotros y de como
nos había cambiado la relación. Nos había ido muy bien, y mientras pensaba en eso el efecto del ácido
se intensificaba. Ya no estaba solo así que me dejé llevar. Mientras hablábamos
cerré los ojos y me encontré en un mar de luces. Cada una producto de un
pensamiento diferente, cada una manifestación de mi mente recreando la realidad.
De pronto sentí que entidades que se habían manifestado antes en mis viajes en
ayahuasca se hacían presentes a mí alrededor otra vez. Se lo comenté a Susan.
- ¿Qué te están diciendo?-
- Para eso debo hacer silencio un
rato, amor. Si me demoro mucho en volver me pasas la voz por favor – Hice
silencio y todo se aclaró. Le conté cual había sido mi trabajo en este mundo
todo este tiempo, como me estaba preparando para que me revelaran mi nuevo
trabajo, como me apuro a veces aunque sé que tengo todavía mucho que aprender
de la vida. Como había aprendido a escuchar y a ver para ayudar y como a veces
me olvidaba y hacía todo mal – ese es mi trabajo por ahora – terminé diciendo.
No respondió durante un par de segundos durante los cuales solo escuché un
suspiro suave a través del teléfono
- Qué bonito trabajo tienes – me
dijo, con la voz más bonita del mundo. Algo se había movido en ella. Algo tenía
sobre sus espaldas. Hizo un par de comentarios que me hicieron saber de lo que
se trataba, problemas que regresaban cada cierto tiempo. ¿Cómo decirle que
podía ser feliz en ese mismo instante si quisiera? Siempre tuve ese problema.
Me abstenía de decirle muchas cosas por miedo a que se alejara al pensar que
son tonterías. Me di cuenta y simplemente hablé sin dejar que el miedo
intervenga. Y mientras lo hacía mi propia mente se iba acomodando. Más y más
verdades sobre quien soy y lo que tengo que hacer se revelaban. Cuando terminé
de hablar hubo un nuevo silencio.
- Gracias. Necesitaba escuchar
todo lo que me has dicho, me hacía mucha falta – El efecto pasaba y empecé a
decirle cosas mucho más concretas sobre lo que estaba pasando en nuestras vidas.
Se acababa la universidad y empezaba el trabajo. Le agradecí mucho al darme
cuenta de como me había ayudado la agenda que me había regalado un par de
semanas antes, que junto con mis audífonos se habían vuelto objetos casi mágicos.
-Mi agenda me ayuda a navegar este mundo, con mis audífonos puedo conectarme
con el otro mundo- terminé diciendo y pude ver que sonreía.
La conversación siguió con mucha
naturalidad y mientras hablábamos, tratando de ayudarnos a superar lo que cada
uno estaba pasando en ese momento me fui dando cuenta del milagro que era haber
encontrado una persona así. Ver lo que éramos en ese momento... Ver como cada aspecto
de su forma de ser me servía para crecer me hizo sentir que la abrazaba con
toda mi fuerza. Pero también sentí que mi ego empezaba a resistirse. Que frente
a esa forma de querer estaba absolutamente vulnerable, se veía obligado a
confiar, olvidarse de sí mismo y morir. Pude ver claramente como pasado el
efecto del LSD se iba a defender y que las peleas -que luego de más de un año y
medio de relación habían estado ausentes- aparecerían eventualmente; que lo más difícil estaba por venir
para los dos. Sin darme cuenta empezó de nuevo el palabreo mental “tú
estás dispuesto a hacer lo necesario ¿pero ella?” O peor, ella avanza mucho más
rápido que tú, llegará un momento en que te dejará, ya está en contacto con
personas que le pueden hacer viajar, conocer, no tiene pruebas que la atan como
a ti” Creo que estos pensamientos atacan a todos los que se han enamorado pero
en el estado en el que estaba se sentían mucho más reales. Decidí no huir y
escucharlos sin identificarme con ellos, dejando pasar la angustia sin beber de
ella. Sonreí otra vez y mis acompañantes sonrieron conmigo “cuando sea el
momento sabrás que hacer” y todo se fue diluyendo. Susan empezó a hablarme más
sobre lo que le pasaba. Hice silencio otra vez para escucharla y mientras me
contaba fui notando como proyectaba muchos de sus miedos en los demás. Sobre
todo su miedo a la libertad que mantenía cautivas a muchas de las personas que
se preocupaban por ella. Pero mientras “percibía” todo esto mi conciencia dio un
giro hacia sí misma. Pude ver con claridad como yo también hacía lo mismo. Lo que
es completamente diferente a leerlo en un libro de psicoanálisis o budismo. Ver ese proceso sucediendo en el presente
me cambió y es lo más valioso que saqué de toda la experiencia con LSD. Me despedí de Susan prometiendo llamar luego a contarle como evolucionaba todo.
- Te amo –
- Te amo –
Salí del cuarto donde estaba
hasta donde estaba mi hermano en la computadora. Le di un beso en la cabeza por
darme el LSD, porque lo quiero mucho, porque es mi hermano y por la música que
estaba escuchando en ese momento. Con lo más intenso atrás y habiendo tomado la
precaución de asegurarme haber cumplido con mis responsabilidades de la semana me eché a la cama a disfrutar de Flying Lotus. La música en LSD es tan
maravillosa como dicen los setenteros.
Fue un viaje sumamente agradable y bastante
manejable, incluso durante los momento más intensos uno puedo “volver” y hacer
lo cotidiano. En mi caso postear en el muro de la página de Facebook que
administraba durante la campaña por la no revocatoria a la alcaldesa de Lima,
prepar algo de comida y cambiar la arena de mi gata. Así fue mi experiencia con
LSD. Entiendo su potencial recreativo, no es tan intenso como la ayahuasca o
los hongos, yo lo recomendaría a una persona que desea tener su primera experiencia
con psicodélicos. No hay pierde si se hace en un buen lugar con la compañía
adecuada.
Muy buena tu experiencia! Yo todavia estoy pensando si lo hago o no, me da un poco de miedo todavia por eso del mal viaje, aunque las buenas experiencias me atraen más aun. Saludos!
ResponderEliminarlinda experiencia! gracias por compartirla!
ResponderEliminar¡Qué loco! Aún no estoy en mi primer viaje, pero pronto estaré allí. Gracias a lo aquí leído estoy seguro de que mi experiencia será más trascendental de lo que hubiera sido
ResponderEliminarJajajaja genial ya estoy en esas :v
ResponderEliminar