Importante

lunes, 10 de junio de 2013

Mi primer viaje en LSD


En principio, tenía mucha curiosidad. Luego de mis primeras experiencias con ayahuasca (una cada 2 o 3 meses más o menos) mi vida realmente cambió. Era como si tener la mente bajo control fuera el estado natural al que me estaba acercando. Estaba muy contento por eso a pesar de que sobre todo, la ayahuasca me hizo consciente de que no sé casi nada acerca de casi nada; y de que el camino hacia las preguntas que me interesa resolver es más largo y difícil de lo que era capaz de imaginar antes de conocer los mundos que la planta me reveló. Así pues, sin notarlo, bastante confiado cometí algunos errores que me alejaron de mi nuevo estado de conciencia. Al darme cuenta de esto, luché por recuperar lo perdido y poco a poco fui lográndolo. En esas circunstancias es que llega el LSD. De la mano de mi hermano que tenía un amigo que garantizaba un producto bueno, sin alteraciones, aunque no había certeza acerca de la potencia de la dosis. Había estado experimentando con mi mente durante las noches antes de dormir, observando como pasa de una imagen a otra, de y como cada “yo” lucha por parecer real ante la conciencia. Noté que debía aumentar mi capacidad para navegar esa tormenta, ya que es algo que experimenté también durante la “mareación” de la ayahuasca. Esto, me parece, es lo más importante que debe aprender alguien interesado en sí mismo, sobre todo los que quieren usar psicodélicos como herramienta. Estas sustancias hacen desplegar las verdades más profundas de tu ser pero también pueden hacer que una ilusión se vea más real. Uno puede perderse durante varios minutos entre visiones, intuiciones y sensaciones que, recorridas con la conciencia atenta relevan lo que te mantiene dormido en el estado de vigilia normal. De otra manera es solo un tripsazo que puede llevar una vida de pseudo espiritualidad muy peligrosa. Tu vida se convierte en una dictadura perfecta porque se asemeja a la libertad. Hace creer que uno ha logrado algo cuando en realidad  ha quedado esclavizado a alguna parte de su inconsciente.

Entrar con plena conciencia a la tormenta que es la mente no domada fue la misión que me asigné al colocar en mi lengua el cartoncito empapado de LSD que tenía guardado durante casi dos semanas en mi mochila. En resumen decidí disfrutar del viaje sin identificarme con nada, exactamente la misma actitud que trato de tener hacia la vida.

Estaba en mi casa, con mi hermano cuidando y el sol deseándome buen viaje a esa hora de la mañana. Todo era hermoso mucho antes de que empezara el efecto.

Luego de varias experiencias con ayahuasca, una sesión de respiración holotrópica y prácticas casi diarias de sueño lúcido, ya todo fue más familiar. Sentí poco a poco como me iba liberando de mi personalidad casi sin resistencia. Rápidamente sentí una paz que ya conocía. Todo era milagroso otra vez. De pronto las primeras visiones. Al cerrar los ojos aparecen de inmediato los famosos fractales de luz y color de las películas, los documentales y el arte psicodélico; aparecen bailando e invitándote a relajarte y disfrutar.



Di un largo respiro y abrí los ojos, ese no era mi objetivo. Empecé a reír calmadamente al darme cuenta de como me había estado haciendo problemas inútiles acerca de varias decisiones que ya había tomado. Ahí empezó el verdadero viaje. Mi mente y mis angustias, las que todavía estaban ahí aparecían “dibujadas” en su complejidad no conceptual, en su profunda simpleza “tratando” de ser reales. Entré en un estado de introspección corto y no tan profundo como los que permite el ayahuasca, aunque tuvo cosas útiles que me acompañan hasta hoy. De pronto desperté. Con mi mente tranquila salí mi balcón. Sentí que el sol quemaba y me limpiaba. Vi una vez más que todo era hermoso, me dejé llevar y los colores se volvieron increíblemente perfectos. En ese momento cedí a un pensamiento que se había quedado conmigo desde antes de ingerir el LSD. Extrañaba mucho a Susan esa mañana como todos los días pero en el estado en el que estaba se hizo evidente que mi mente no tenía nada que ver con ese “pensamiento” realmente estaba con ella. Mi conciencia y la suya estaban evidentemente unidas -amor- escuché o sentí, no sé bien que palabra usar. Amor. Eso sentí. ¿Pero qué podría decirle a ella? ¿Y si empiezo a decir incoherencias? Shhh… Logre hacer silencio otra vez y marqué el número. El efecto aumentaba su intensidad y me pareció evidente que, a falta de ícaros, una guía externa me sería útil. Todo me decía que debía llamarla.
Apenas escuché su voz sentí que mi corazón crecía hasta inflamarse por un instante hasta que lleno de energía se descargó haciéndome vibrar plácidamente.
- He tomado LSD -
- ¿Y qué tal? – Reconocí su tono de su voz de inmediato. Era el mismo tono de voz que usó el día en que llamó mi atención por primera vez. El tono de voz de una persona que realmente quiere ayudar. El de una persona que pregunta porque le importa realmente. Sonreí al darme cuenta de que fue en ese momento que me enamoré de ella.
-Bien, muy bien – Le respondí mientras en el techo y las paredes se formaban más y más fractales de luz lila, roja y verde.
Hablamos de nosotros y de como nos había cambiado la relación. Nos había ido muy bien, y  mientras pensaba en eso el efecto del ácido se intensificaba. Ya no estaba solo así que me dejé llevar. Mientras hablábamos cerré los ojos y me encontré en un mar de luces. Cada una producto de un pensamiento diferente, cada una manifestación de mi mente recreando la realidad. De pronto sentí que entidades que se habían manifestado antes en mis viajes en ayahuasca se hacían presentes a mí alrededor otra vez. Se lo comenté a Susan.
- ¿Qué te están diciendo?-
- Para eso debo hacer silencio un rato, amor. Si me demoro mucho en volver me pasas la voz por favor – Hice silencio y todo se aclaró. Le conté cual había sido mi trabajo en este mundo todo este tiempo, como me estaba preparando para que me revelaran mi nuevo trabajo, como me apuro a veces aunque sé que tengo todavía mucho que aprender de la vida. Como había aprendido a escuchar y a ver para ayudar y como a veces me olvidaba y hacía todo mal – ese es mi trabajo por ahora – terminé diciendo. No respondió durante un par de segundos durante los cuales solo escuché un suspiro suave a través del teléfono
- Qué bonito trabajo tienes – me dijo, con la voz más bonita del mundo. Algo se había movido en ella. Algo tenía sobre sus espaldas. Hizo un par de comentarios que me hicieron saber de lo que se trataba, problemas que regresaban cada cierto tiempo. ¿Cómo decirle que podía ser feliz en ese mismo instante si quisiera? Siempre tuve ese problema. Me abstenía de decirle muchas cosas por miedo a que se alejara al pensar que son tonterías. Me di cuenta y simplemente hablé sin dejar que el miedo intervenga. Y mientras lo hacía mi propia mente se iba acomodando. Más y más verdades sobre quien soy y lo que tengo que hacer se revelaban. Cuando terminé de hablar hubo un nuevo silencio.

- Gracias. Necesitaba escuchar todo lo que me has dicho, me hacía mucha falta – El efecto pasaba y empecé a decirle cosas mucho más concretas sobre lo que estaba pasando en nuestras vidas. Se acababa la universidad y empezaba el trabajo. Le agradecí mucho al darme cuenta de como me había ayudado la agenda que me había regalado un par de semanas antes, que junto con mis audífonos se habían vuelto objetos casi mágicos. -Mi agenda me ayuda a navegar este mundo, con mis audífonos puedo conectarme con el otro mundo- terminé diciendo y pude ver que sonreía.

La conversación siguió con mucha naturalidad y mientras hablábamos, tratando de ayudarnos a superar lo que cada uno estaba pasando en ese momento me fui dando cuenta del milagro que era haber encontrado una persona así. Ver lo que éramos en ese momento...  Ver como cada aspecto de su forma de ser me servía para crecer me hizo sentir que la abrazaba con toda mi fuerza. Pero también sentí que mi ego empezaba a resistirse. Que frente a esa forma de querer estaba absolutamente vulnerable, se veía obligado a confiar, olvidarse de sí mismo y morir. Pude ver claramente como pasado el efecto del LSD se iba a defender y que las peleas -que luego de más de un año y medio de relación habían estado ausentes- aparecerían eventualmente; que lo más difícil estaba por venir para los dos. Sin darme cuenta empezó de nuevo el palabreo mental “tú estás dispuesto a hacer lo necesario ¿pero ella?” O peor, ella avanza mucho más rápido que tú, llegará un momento en que te dejará, ya está en contacto con personas que le pueden hacer viajar, conocer, no tiene pruebas que la atan como a ti” Creo que estos pensamientos atacan a todos los que se han enamorado pero en el estado en el que estaba se sentían mucho más reales. Decidí no huir y escucharlos sin identificarme con ellos, dejando pasar la angustia sin beber de ella. Sonreí otra vez y mis acompañantes sonrieron conmigo “cuando sea el momento sabrás que hacer” y todo se fue diluyendo. Susan empezó a hablarme más sobre lo que le pasaba. Hice silencio otra vez para escucharla y mientras me contaba fui notando como proyectaba muchos de sus miedos en los demás. Sobre todo su miedo a la libertad que mantenía cautivas a muchas de las personas que se preocupaban por ella. Pero mientras “percibía” todo esto mi conciencia dio un giro hacia sí misma. Pude ver con claridad como yo también hacía lo mismo. Lo que es completamente diferente a leerlo en un libro de psicoanálisis o budismo. Ver ese proceso sucediendo en el presente me cambió y es lo más valioso que saqué de toda la experiencia con LSD. Me despedí de Susan prometiendo llamar luego a contarle como evolucionaba todo. 
- Te amo –
- Te amo –
Salí del cuarto donde estaba hasta donde estaba mi hermano en la computadora. Le di un beso en la cabeza por darme el LSD, porque lo quiero mucho, porque es mi hermano y por la música que estaba escuchando en ese momento. Con lo más intenso atrás y habiendo tomado la precaución de asegurarme haber cumplido con mis responsabilidades de la semana me eché a la cama a disfrutar de Flying Lotus. La música en LSD es tan maravillosa como dicen los setenteros.




Fue un viaje sumamente agradable y bastante manejable, incluso durante los momento más intensos uno puedo “volver” y hacer lo cotidiano. En mi caso postear en el muro de la página de Facebook que administraba durante la campaña por la no revocatoria a la alcaldesa de Lima, prepar algo de comida y cambiar la arena de mi gata. Así fue mi experiencia con LSD. Entiendo su potencial recreativo, no es tan intenso como la ayahuasca o los hongos, yo lo recomendaría a una persona que desea tener su primera experiencia con psicodélicos. No hay pierde si se hace en un buen lugar con la compañía adecuada.

Escuchar esto con mis audífonos fue increíble:


4 comentarios:

  1. Muy buena tu experiencia! Yo todavia estoy pensando si lo hago o no, me da un poco de miedo todavia por eso del mal viaje, aunque las buenas experiencias me atraen más aun. Saludos!

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  2. linda experiencia! gracias por compartirla!

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  3. ¡Qué loco! Aún no estoy en mi primer viaje, pero pronto estaré allí. Gracias a lo aquí leído estoy seguro de que mi experiencia será más trascendental de lo que hubiera sido

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  4. Jajajaja genial ya estoy en esas :v

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