Importante

jueves, 30 de agosto de 2012

El necio Manco Cápac

El loco

Esperaba pacientemente y el tiempo no paraba de correr.

Era un joven de 22 años sin mayor aspiración que aprender a tocar correctamente unos bongós. Había regresado de Bolivia, de un congreso de estudiantes de antropología, al que fue a aprender a tocar y a buscar quien sabe que. Vivía tan profundamente enemistado del amor, que jamás paso por su cabeza la necesidad de buscar a alguien. Incluso si aparecía una mirada enamorada en busca de sus ojos, pasaba tan desapercibida como un limosnero ciego en una calle del centro de Lima.
Había dejado su carrera en décimo ciclo persiguiendo algún sueño insensato de momento. Aunque siempre fue un hombre viejo, de rato en rato recuperaba su juventud para hacer algo impulsivo por alguna especie de intuición que le devolvía la esperanza. Esperanza que había sido vejada ya en dos ocasiones durante ese viaje. Enfermó gravemente durante los 3 días del campamento de estudiantes perdiéndose las noches de romances, de fiestas y de desenfreno musical. Mientras sufría por una fiebre elevada en una bolsa de dormir de playa dentro de una carpa de playa, congelándose hasta el dolor en una montaña boliviana, alguien esa noche le robaba sus bongós al amigo colombiano a quien se los prestó.
Habiendo entrado ilegal al país por no haber llevado el documento de identidad, y habiendo perdido la tarjeta de debito al primer intento de sustraer dinero, donde se encontraban sus escasos 400 soles para iniciar su vida mendiga y prodiga en la argentina, no le quedó otra que regresar al cusco y mendigar en casa de la tía de su mejor amigo un espacio y de cuando en vez algún plato de comida. No tenía oficio, no tenía profesión, ni ganas de trabajar, ni ninguna meta o sueño mayor. Los días transcurrían y se hundía en la miseria de vivir en una casa en donde no lo querían, pero no tenían  la valentía de echarlo.

Llegaría la excusa perfecta.

Unos días antes de salir a Bolivia había hablado con un amigo de borracheras, de esos que te encuentras en los años en que solo consagras tu existencia a escuchar rock n roll y alcoholizarte a falta de atenciones femeninas. Ambos sentían miserables, aunque de formas distintas, sus vidas. Habiendo hablado con este tipo sobre su viaje a Cusco y su rumbo hacia la argentina, este le contaba que también fue hacia Cusco pero se hallaba en Arequipa viajando con unas extranjeras que conoció. Se desearon lo mejor vía red social, intrascendentemente diciendo: “nada puede salir peor”.  Al volver a encontrarse vía red social, un par de semanas después, contándole lo del robo de los bongós, la fiebre terrible de más de media semana, la perdida de la tarjeta, el pase ilegal al país y la miserable existencia de arrimado que llevaba, recibió a cambio la historia siguiente: “todo iba muy bien, íbamos hacia un pueblito en Arequipa y decidí separarme por alguna razón de mis amigas pensando que subiendo una montaña llegaría mas rápido, sin darme cuenta me pedí y no podía regresar. Mientras trataba de encontrar el camino resbalé, perdí mi sleeping y rodé por la ladera de un cerro raspándome la mitad del cuerpo. Pase una noche terrible, congelado, durmiendo sobre el lado que no estaba herido, las heridas me daban calor. Así anduve un día más en el que no encontraba nada de agua ni comida, hasta que llegue a un lugar donde encontré una acequia y me avente sobre el agua a beberla y ahora estoy cagado del estomago”.
Por alguna razón irrecordable, invitó a este herido a la casa de la tía donde vivía arrimado. Al verlo entrar a su casa, la mujer agarró un cuchillo de cocina y su mirada se volvió  la de una fiera defendiendo a sus crías, ofendida, al parecer, en la más profunda y primitiva de las formas. En ese mismo momento ya estaba convencido de lo que pasaría, sin embargo subieron, salieron, y quien sabe que pasó. Al regresar esa noche, la mujer lo llama y le dice: “Mi sobrino se va de esta casa el sábado, y tú también”. Fin de la conversación.
La noche debió transcurrir en el espanto de hallarse en la calle sin oficio ni voluntad. Al día siguiente se encuentra con su amigo y le dice: 

 - Me botaron de la casa por tu culpa.
-         -  JAJAJAJAJA, puta, esa tía esta loca. Lo siento compadre, qué tal si te invito un ron para compensarte.
-         - Bueno, no creo que haya mejor cosa que hacer.

Eran las cuatro y treinta de la tarde en ese momento.
A la mañana siguiente despierta en la casa de la tía. No se acordaba de absolutamente nada. Revisa sus bolsillos y encuentra una bolsa de algo que debía ser orégano en una bolsita transparente. Una boleta por una cerveza de doce soles de un bar del centro de la ciudad, y un par de cosas más. Trataba de reconstruir en su cabeza que había sucedido. Fue imposible.
Esa tarde se encuentran nuevamente los amigos. Lo encuentra sentado en la plaza de armas con una chica. Saluda a ambos y dice:

-          - No me acuerdo de nada de lo que paso ayer.
-          - JAJAJAJA, así que, ¿no te acuerdas de ella?
-          - ¿Nos conocemos?
-          - Ayer celebramos su cumpleaños.
-          - Feliz cumpleaños.
-          - Fuimos con los ecuatorianos que habían embaucado con orégano cuando querían hierba.
-          - Eso explica el orégano.
-          - También fuimos a 3 bares más y llevaste a Tania a su casa.
-          - ¿Quién es Tania?
-         -  Con ella empezamos a tomar, la conocimos en esa banca del frente.
-          - Bueno, a la mierda, ¿qué hacemos ahora?
-          - Pues podríamos tomar un ron

Y esa noche el amigo olvido todo lo que pasó. Y así vivieron alcoholizados y por coincidencia uno se olvidaba de todo un día y al día siguiente el otro y así.
Hubo fechas memorables de borracheras. El sábado que debía irse de la casa, acabaron bailando con un mexicano loco, y 2 cusqueños, alrededor de una fogata hecha con basura en una importante plaza de la ciudad luego de que les regalaran un porro, una botella de ron, y de ser atropellado el joven de 22. Todos los días alguna historia distinta, tan desquiciante como la anterior.
Una noche, regresaban ebrios al cuarto de la amiga que los hospedaba, insistiéndole para ir a tomar.  Mientras la acompañaban preguntaba verdaderamente intrigada, verdaderamente indignada, quizá verdaderamente curiosa, no recuerdo su sentimiento, pero era verdadero. Preguntó entonces, por qué la necesidad de seguir bebiendo, por qué no detenerse de una vez.
Le dije que debía pensar en Manco Cápac.
-        -  ¿En Manco Cápac? ¿Que tiene que ver con que sigan tomando?
-     - Claro, a Manco Cápac, también le decían que deje de tomar. Y el fue necio. También le decían, que se quede en su casa, que heredara el negocio de la familia, que estudiara y se convirtiera en un ciudadano de bien en su pueblo. Pero el dijo a la mierda, quiero ver que hay hacia allá. Y por mas que le gritaron y le dijeron que se quedara por su bien, el mando todo a la mierda y empezó a caminar, y mira, fundó un imperio. Por eso no podemos parar de tomar. Por el necio Manco Cápac. 

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