Quiero insistir con el punto más
importante de todo lo que pueda decir en este blog: La realidad, el mundo que
veo, siento, huelo, escucho y saboreo, es una interpretación de mi mente. La realidad,
mí realidad y la de todos es una ficción[1].
Este no es un gran misterio, todos, en algún momento hemos tenido esta
intuición en mayor o menor medida.
¿En qué está basada esta creación
de mi mente que me veo obligado –por fines comunicativos- a llamar realidad?
Pues en otras construcciones,
sobre todo las que mis padres construyeron basadas en las de mis abuelos.
El resto de los bloques y planos
con los que construyo mi mundo son el resultado de estas primeras estructuras.
Filtros del recuerdo. Luego de pasar por este filtro es que un acontecimiento
se convierte en un recuerdo en mi mente -un conocimiento- y así, este
conocimiento se convierte en un ladrillo más del edificio de la realidad. Este
es mi proceso hasta donde he podido verlo.
Pero vamos por partes:
Es posible conocer las raíces sociales de mi visión
del mundo y también, la manera en que esta visión del mundo -que cada individuo
construye de manera única, al ser única su circunstancia social-biográfica- se vuelve realidad más allá de mi propia mente.
Una persona, al nacer, no se encuentra con el mundo, sino con un sistema de creencias. Al salir del hogar, al barrio, al colegio, al prender la televisión por primera vez, este sistema de creencias adquiere realidad objetiva y observable: instituciones, reglas, normas y ritos…
Una persona, al nacer, no se encuentra con el mundo, sino con un sistema de creencias. Al salir del hogar, al barrio, al colegio, al prender la televisión por primera vez, este sistema de creencias adquiere realidad objetiva y observable: instituciones, reglas, normas y ritos…
5.63
Yo soy mi mundo.
5.6
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo
5.632
El sujeto no pertenece al mundo sino que es el límite del mundo.
4.114
Debe delimitar lo pensable y con ello lo impensable.
Debe delimitar lo impensable desde
dentro de lo pensable[2].
Estas formas objetivas tienen su origen en las representaciones mentales que los
individuos hacen de su entorno. La socialización es el proceso por el cual los
nuevos miembros de una comunidad en particular internalizan estas formas
objetivas, aprehendiéndolas como lo “normal”. Una socialización exitosa es la correspondencia
exacta entre las estructuras objetivas externas y las estructuras subjetivas internas en un individuo. La socialización plenamente exitosa es
imposible a la vez que la no socialización es muy poco común y se solo se
presenta en casos de personas con patologías sicológicas u orgánicas muy
severas[3]. Lo que somos es el resultado de la sedimentación de
incontables hechos sociales interpretados y reinterpretados constantemente y
que en resumen se convierten en lo que está entre nosotros y el mundo. Estos
procesos de consolidación de los universos simbólicos que se objetivan en forma
de roles, identidades, valores, normas, instituciones, entre otras categorías;
son el resultado de la naturalización de lo arbitrario, del ocultamiento del
proceso histórico que llevó a que un hábito formado a partir de unas
circunstancias objetivas y sociales particulares, se convierta en una norma
institucionalizada detrás de la que se hilvanan justificaciones morales, mágico-religiosas,
jurídicas y otros inventos. Es por eso que lo más importante que puede hacer un
ser humano en su vida es tomar plena conciencia de este hecho, cuestionar estar
arbitrariedades es la única libertad a la que debemos aspirar. En efecto, en
todas las etapas de la historia han habido personas que se han rebelado contra
lo que la sociedad de su tiempo ha considerado como la forma “correcta” de
vivir. Es fácil si uno lo intenta, descubrir las imperfecciones de nuestro
sistema de valores y de nuestro modelo de sociedad en general. Es más, el propio
sistema con sus contradicciones, genera conflictos en los individuos y se puede
decir que él mismo genera sus propios enemigos. El problema es que la
estrategia de cambio ha sido básicamente la misma desde siempre: Ir en contra
de las estructuras objetivas, de las instituciones y sus normas.
Ir en contra de las justificaciones morales, mágico-religiosas, jurídicas y
todos esos inventos para cambiarlos por otros es inútil porque son solo
reflejos, son sombras, proyecciones de la mente. De mi mente. De tu mente. La verdadera
rebeldía, la que vale la pena, tiene que ser siempre una rebeldía contra el mí
mismo. ¿De qué sirve cambiar de espejo si lo que quieres cambiar es tu reflejo?
De nada, pero eso es justamente lo que estamos haciendo todo el tiempo, desde siempre, la
historia humana es la historia de las luchas entre los que quieren un espejo
cuadrado y los que prefieren uno redondo y toda la sangre y el sufrimiento en
el medio de ese proceso. Ya suena trillado decir que el mundo cambia cuando
uno cambia, pero a pesar de esto, seguimos cambiando espejos. Seguimos atrapados
en la que evidentemente es la mayor necedad de la historia humana. Los siguientes
post serán sobre mis intentos de escapar de esta necedad de la
pelea por los espejos.
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