Oscar estaba decidido, cosas de él, no es importante hablar mucho
de eso, pero sí recalcar este hecho como el punto de inicio de este post.
Oscar estaba decido y la vida respondió, conoció a alguien en su
trabajo que le dijo que tomaba ayahuasca regularmente en Lima, con un grupo
de amigos.
Yo estaba feliz, más bien en paz, vivía una de esas épocas en las que
todo parece auspicioso. Estaba enamorado, mis ingresos aumentaban, los planes
se cumplían. La marihuana me había dado sus últimas lecciones y tenía varios meses lúcido. Era como despertar
de un sueño, no un mal sueño, solo un sueño. Eso es, creo, lo que más ocupaba mi
atención en ésa época, lo poco extraordinario que era estar estón todo el tiempo
durante tanto tiempo, casi un año desde la última vez que había dejado de
fumar. Estaba soñoliento. Todavía no estaba demasiado dispuesto a bajar
de la cama de humo desde donde me había acomodado a ver a los demás corriendo
de un lado para otro, acumulando cosas sin hacer caso a la muerte que les
gritaba que se dejaran de cojudeces, que no podía advertirles para siempre, que
en cualquier momento se iba a cansar de que no le hicieran caso y los iba a
despertar a la fuerza. Se iba a cansar y les iba a restregar su necedad en la
cara, como se hace con las mascotas que orinan donde no deben. Este era mi
sueño, del que recién estaba despertando. Justamente -y como siempre-, fue el
sueño mismo el que me daba las pistas para despertar, cansado de
que yo, su creador, estuviera ahí, soñándolo siempre de la misma forma sin cambiarlo.
¿No estaba la muerte detrás de mí también? Aunque mis motivaciones fueran
otras ¿Motivaciones? ¿Qué motivaciones? Con esta pregunta empieza esta parte
del viaje, la que voy a narrar a continuación. Era obvio que tenía que
despertar, pero luego de tanto tiempo era difícil saber si estaba despertando o si seguía soñando.
Un libro llegó a mí,
era la pista que faltaba "la única forma de saber que estás creciendo es
medir tu capacidad de transformar las cosas a tú alrededor, imaginar algo y
luego traerlo a la realidad es la única forma de conocer que tan libre
se es realmente". Un amigo reapareció y fuimos armando un plan, una mujer
me enamoró y tuve una compañera de viaje.
Había tenido que declinar ya varias invitaciones de Oscar a tomar
ayahuasca, o por falta de dinero o por falta de tiempo, hasta que finalmente
todo encajó.
Llegó el día, tenía miedo. Tenía varios años ya interesado en mi
propia mente, el construccionismo social me había dado nuevas perspectivas para
analizar mi relación con el mundo así que estaba muy consciente de que mi vida
de "buscador" no era nada más que la historia de como me las había
arreglado para no "ver" -y por lo tanto cambiar- las partes más
profundas de mi propia personalidad. Según todo lo que había leído, el ayahuasca tenía como función mostrar el material inconsciente del cerebro y traducirlo en forma de visiones.
El viaje empezó con
una sensación bastante parecida a la de haber fumado demasiada hierba. Mucho
relajo muscular, ganas de bostezar... Luego los pensamientos se hacen lentos,
es como si se fueran quedando atrás mientras uno se aleja de ellos, se escuchan
débiles a la distancia "empezó" me dije mientras tomaba posición
preparándome para la batalla. Respiré profundo, de pronto, la primera visión,
tan sagrada, tan bella que no la pude resistir. Mi mente volvió para analizar,
buscar causas con sus "qué es eso". Abrí lo ojos, la visión
desapareció, nada había cambiado, seguía en una sala entre muchos otros. Susan
se veía tranquila entre la oscuridad. Recordé la advertencia de Oscar,
días antes "La sesión se trata de ti, no te distraigas". Cerré lo
ojos y me di ánimos para no distraerme más, la sensación era intensa. Empezó el
canto de la maestra y me subí en él, tan alto que pude ver el universo entero,
bailando abajo de mí, dentro de mí, alrededor de mí. Comprendí tantas cosas
solo con eso que no podría explicarlo jamás sin terminarles mintiendo a uds. y
a mí mismo. Porque en ese momento tuve la pulsión inmediata de salir a contarle
a todo el mundo la verdad de mi visión, a decirles que no tenían de que
preocuparse, que pararan, que vieran, que su mundo es un punto de vista que
ellos no han elegido, tantas cosas quise decir en ese instante, tanto los
quise... Pero era un truco, era mi mente, mi personalidad tratando de
"salvar al mundo" de no estar solo, hablaba y hablaba. Abrí los
ojos, alguien estaba llorando y empecé a sentir miedo, no pude relacionarlo a
nada, no había visto "mis demonios interiores" ni nada parecido. Pero
la sensación era inconfundible, era miedo, miedo irracional, miedo en estado
puro, energía. Seguí con los ojos abiertos, alguien había empezado a llorar de
nuevo, algo andaba mal. Vi de nuevo a esa sala oscura y me di cuenta de que más
allá del círculo de gente había algo tratando de entrar, las cosas cambiaban de
forma con rapidez. Ya había pasado por algo así antes, cuando niño no podía dormir
porque todo parecía amenazante. Una casaca colgada en una silla se transformaba
en un perro rabioso, una sombra en un hombre con sombrero de copa que me miraba
mientras dormía. El llanto se hacía más fuerte, de pronto atrás de mí, en el
comedor de la casa, una guitarra se cayó. La maestra y los demás llevaban ya
buen rato sin cantar. De pronto fue claro para mí que todos se habían puesto en
alerta ante algo. Yo seguía sintiendo miedo hasta que alguien del grupo se puso
de pie y se acercó a la chica que lloraba, el canto de todos empezó con una
fuerza increíble, parpadié por un instante y la persona que se había parado a
cambiar de lugar a la chica que lloraba, para acercarla a los maestros, tenía
alas "no", me dije, mire otra vez y estaba vestido de luz, con una
armadura. No sé bien, si con los ojos cerrados o abiertos, miré a uno de los
asistentes de la maestra, luego supe que era su hijo, que en ese momento se
había transformado en un sapo con ojos dorados, su canto me infundió
valor.
No conozco el título de la pintura pero la autora es Casilda Pinche Sánchez |
El que antes había ayudado a la chica que lloraba gritó de algún lugar que no pude distinguir "tranquilos todos, está pasando" Así fue, todo pasó, volvimos a nuestras posiciones mientras descargábamos la tensión con algunas risas y comentarios que seguro ya nadie recuerda. Entonces comprendí la naturaleza de mi miedo. Entendí al miedo como una forma de energía, que lo que hace es sobre cargar la capacidad de la mente de crear ilusiones. Visto desde ese punto de vista, el miedo no era más que un distractor, incapaz de hacer daño, solo de gastar cantidades ingentes de energía mental. Un creador de ilusiones que ni siquiera tiene conciencia de sí mismo, como una máquina, un programa mental antiguo, parte de una versión antigua de mi mismo; creado en su momento para facilitar la supervivencia pero que, salido de control me retenía atado a mí mismo. El gran distractor, así descubierto se presentó. Tenía la forma de un personaje de Samurai Jack, un guerrero que no tenía ningún poder ensimismo solo sabía imitar las técnicas de los demás sin poder usarlas realmente, ya que por dentro era solo un esperpento informe.
"Como de su sombra, Jack no podía escapar de su destino" |
Así fue mi primera sesión. Por supuesto que hubo más, pero son cosas personales que no sería conveniente para nadie saber. ¿Por qué? Porque si hay algo que les puede hacer perder el tiempo en una sesión de ayahuasca, son las expectativas de que las cosas vayan a ser de una u otra manera. El viaje es lo que es. Lo único que hay que hacer es respirar y poner atención, todo lo demás sobra, son distracciones, formas de escapar al único problema real que tenemos: el hecho de que existimos. Ese día me atreví a afrontar este problema. Darle cara al presente aquí, ahora es todo lo que hay por hacer. Aunque suene al más trillado misticismo, de nuevo, les pido, por favor, no me crean nada experimenten uds mismos, en el post anterior coloqué un ejercicio que trata de esto. El viaje en ayahuasca no empieza cuando la dimetiltriptamina llega al sistema nervioso. No, el viaje empieza cuando el efecto pasa y toca a cada uno ser consecuente con sus visiones y certezas. El viaje empieza ahora, a cada instante, está empezando una y otra vez. "Allá" uno solo puede empezar a despertar, el despertar es ahora. Y bueno, claro, en eso estamos todos... ¿sí o no, melcocha?
[1]
Esta parte de la narración debe tomarse con cuidado. Aunque cuento esto como si
hubieran sido pensamientos racionales, encadenados uno tras otro, no fue así
como se presentaron en mi mente, en realidad todas estas “intuiciones” se
presentaron, al mismo tiempo, incluso recordé una pasaje del libro “La Danza de
la Realidad” de Jodorowsky cuando toma LSD con un supuesto gurú, este le
recrimina que no gana nada tomando una droga que su conciencia no se ha
expandido, que en este estado, luego de haber ingerido el ácido, no es capaz de
resolver problemas cotidianos. En ese momento sonó el teléfono, un miembro de la
producción de la película que estaba filmando en esa época le llamaba para pedirle un número de teléfono y una
dirección, Jodorowsky contestó y dio los datos sin problemas.
Esto es lo que sucede con los sicodélicos, me parece. Para mí no son drogas, estar en estos estados es todo lo contrario a estar drogado, por el contrario, son estados de extraordinaria cordura.
Esto es lo que sucede con los sicodélicos, me parece. Para mí no son drogas, estar en estos estados es todo lo contrario a estar drogado, por el contrario, son estados de extraordinaria cordura.
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