Importante

domingo, 23 de septiembre de 2012

Mi primer viaje en ayahuasca



Oscar estaba decidido, cosas de él, no es importante hablar mucho de eso, pero sí recalcar este hecho como el punto de inicio de este post.

Oscar estaba decido y la vida respondió, conoció a alguien en su trabajo que le dijo que tomaba ayahuasca regularmente en Lima, con un grupo de amigos.

Yo estaba feliz, más bien en paz, vivía una de esas épocas en las que todo parece auspicioso. Estaba enamorado, mis ingresos aumentaban, los planes se cumplían. La marihuana me había dado sus últimas lecciones y tenía varios meses lúcido. Era como despertar de un sueño, no un mal sueño, solo un sueño. Eso es, creo, lo que más ocupaba mi atención en ésa época, lo poco extraordinario que era estar estón todo el tiempo durante tanto tiempo, casi un año desde la última vez que había dejado de fumar. Estaba soñoliento. Todavía no estaba demasiado dispuesto a bajar de la cama de humo desde donde me había acomodado a ver a los demás corriendo de un lado para otro, acumulando cosas sin hacer caso a la muerte que les gritaba que se dejaran de cojudeces, que no podía advertirles para siempre, que en cualquier momento se iba a cansar de que no le hicieran caso y los iba a despertar a la fuerza. Se iba a cansar y les iba a restregar su necedad en la cara, como se hace con las mascotas que orinan donde no deben. Este era mi sueño, del que recién estaba despertando. Justamente -y como siempre-, fue el sueño mismo el que me daba las pistas para despertar, cansado de que yo, su creador,  estuviera ahí, soñándolo siempre de la misma forma sin cambiarlo.  ¿No estaba la muerte detrás de mí también? Aunque mis motivaciones fueran otras ¿Motivaciones? ¿Qué motivaciones? Con esta pregunta empieza esta parte del viaje, la que voy a narrar a continuación. Era obvio que tenía que despertar, pero luego de tanto tiempo era difícil saber si estaba despertando o si seguía soñando. 

Un libro llegó a mí, era la pista que faltaba "la única forma de saber que estás creciendo es medir tu capacidad de transformar las cosas a tú alrededor, imaginar algo y luego traerlo a la realidad es la única forma de conocer que tan libre se es realmente". Un amigo reapareció y fuimos armando un plan, una mujer me enamoró y tuve una compañera de viaje. 

Había tenido que declinar ya varias invitaciones de Oscar a tomar ayahuasca, o por falta de dinero o por falta de tiempo, hasta que finalmente todo encajó.

Llegó el día, tenía miedo. Tenía varios años ya interesado en mi propia mente, el construccionismo social me había dado nuevas perspectivas para analizar mi relación con el mundo así que estaba muy consciente de que mi vida de "buscador" no era nada más que la historia de como me las había arreglado para no "ver" -y por lo tanto cambiar- las partes más profundas de mi propia personalidad. Según todo lo que había leído, el ayahuasca tenía como función mostrar el material inconsciente del cerebro y traducirlo en forma de visiones.


   
El viaje empezó con una sensación bastante parecida a la de haber fumado demasiada hierba. Mucho relajo muscular, ganas de bostezar... Luego los pensamientos se hacen lentos, es como si se fueran quedando atrás mientras uno se aleja de ellos, se escuchan débiles a la distancia "empezó" me dije mientras tomaba posición preparándome para la batalla. Respiré profundo, de pronto, la primera visión, tan sagrada, tan bella que no la pude resistir. Mi mente volvió para analizar, buscar causas con sus "qué es eso". Abrí lo ojos, la visión desapareció, nada había cambiado, seguía en una sala entre muchos otros. Susan se veía tranquila entre la oscuridad. Recordé la advertencia de Oscar, días antes "La sesión se trata de ti, no te distraigas". Cerré lo ojos y me di ánimos para no distraerme más, la sensación era intensa. Empezó el canto de la maestra y me subí en él, tan alto que pude ver el universo entero, bailando abajo de mí, dentro de mí, alrededor de mí. Comprendí tantas cosas solo con eso que no podría explicarlo jamás sin terminarles mintiendo a uds. y a mí mismo. Porque en ese momento tuve la pulsión inmediata de salir a contarle a todo el mundo la verdad de mi visión, a decirles que no tenían de que preocuparse, que pararan, que vieran, que su mundo es un punto de vista que ellos no han elegido, tantas cosas quise decir en ese instante, tanto los quise... Pero era un truco, era mi mente, mi personalidad tratando de "salvar al mundo" de no estar solo, hablaba y hablaba. Abrí los ojos, alguien estaba llorando y empecé a sentir miedo, no pude relacionarlo a nada, no había visto "mis demonios interiores" ni nada parecido. Pero la sensación era inconfundible, era miedo, miedo irracional, miedo en estado puro, energía. Seguí con los ojos abiertos, alguien había empezado a llorar de nuevo, algo andaba mal. Vi de nuevo a esa sala oscura y me di cuenta de que más allá del círculo de gente había algo tratando de entrar, las cosas cambiaban de forma con rapidez. Ya había pasado por algo así antes, cuando niño no podía dormir porque todo parecía amenazante. Una casaca colgada en una silla se transformaba en un perro rabioso, una sombra en un hombre con sombrero de copa que me miraba mientras dormía. El llanto se hacía más fuerte, de pronto atrás de mí, en el comedor de la casa, una guitarra se cayó. La maestra y los demás llevaban ya buen rato sin cantar. De pronto fue claro para mí que todos se habían puesto en alerta ante algo. Yo seguía sintiendo miedo hasta que alguien del grupo se puso de pie y se acercó a la chica que lloraba, el canto de todos empezó con una fuerza increíble, parpadié por un instante y la persona que se había parado a cambiar de lugar a la chica que lloraba, para acercarla a los maestros, tenía alas "no", me dije, mire otra vez y estaba vestido de luz, con una armadura. No sé bien, si con los ojos cerrados o abiertos, miré a uno de los asistentes de la maestra, luego supe que era su hijo, que en ese momento se había transformado en un sapo con ojos dorados, su canto me infundió valor. 

No conozco el título de la pintura pero la autora es Casilda Pinche Sánchez
"¡Silencio!" - me ordené - "trabaja". En ese momento comprendí, vi, supe. No eran los "ojos" del ayahuasca los que me hacían ver esa figuras amenazantes, era yo, era yo cuando niño con esa imaginación incontrolada que no me dejaba dormir. El miedo, era lo que me mantenía atado a tantas cosas. Las vi. ¡Sentí! Estaba en mi cabeza, en la parte de atrás de mi nuca, una masa negra serpenteando. ¡Basta, no más! Entonces empecé a vomitar, a vomitarlo todo, a vomitar el miedo, la flojera, la relación insidiosa que había fabricado con la marihuana. Vomité mis excusas, mis complacencias, mis dudas, mis inseguridades. Pero esa cosa ofrecía resistencia, así que la tomé con la mano que ahora estaba cubierta de fuego dorado. El canto era cada vez más poderoso, yo también. "¡No más!" me arrancaba todo de encima, de la cabeza de entre el pelo, en un último intento, noté como mi mente me provocó a ver lo que estaba dentro del balde al que estaba arrojándolo todo. Cedí y vi el infierno mismo, pero era tarde para el miedo, me alegré, estaba arrancando el infierno de mis adentros y no me iba a distraer. Seguía sacando cosas con mi mano y las veía escurrir como un líquido negro entre mis dedos, directo al infierno: Al balde. Luego de eso, tuve otras visiones, me perdoné muchas cosas, comprendí otras, comprendí algo más de la naturaleza del miedo, aunque para eso faltaba una prueba más. ¡Temblor! Inmediatamente tomé la mano de Susan, "¿Dónde está la salida? No, espera. Estás lúcido, no te dejes engañar otra vez"[1] 

El que antes había ayudado a la chica que lloraba gritó de algún lugar que no pude distinguir "tranquilos todos, está pasando" Así fue, todo pasó, volvimos a nuestras posiciones mientras descargábamos la tensión con algunas risas y comentarios que seguro ya nadie recuerda. Entonces comprendí la naturaleza de mi miedo. Entendí al miedo como una forma de energía, que lo que hace es sobre cargar la capacidad de la mente de crear ilusiones. Visto desde ese punto de vista, el miedo no era más que un distractor, incapaz de hacer daño, solo de gastar cantidades ingentes de energía mental. Un creador de ilusiones que ni siquiera tiene conciencia de sí mismo, como una máquina, un programa mental antiguo, parte de una versión antigua de mi mismo; creado en su momento para facilitar la supervivencia pero que, salido de control me retenía atado a mí mismo. El gran distractor, así descubierto se presentó. Tenía la forma de un personaje de Samurai Jack, un guerrero que no tenía ningún poder ensimismo solo sabía imitar las técnicas de los demás sin poder usarlas realmente, ya que por dentro era solo un esperpento informe. 

"Como de su sombra, Jack no podía escapar de su destino"
No era la primera vez que lo veía, ya antes lo había soñado. Todo encajó, lo vi a la cara hasta que volvió a ocultarse detrás de mi nuca; desde ahí observé como todo mi mundo era una interpretación suya, que yo solo tenía acceso a una pequeña parte y que gracias a esa pequeña luz había podido llegar hasta donde había llegado. Me perdoné, no estaba estancado, no había fracasado, no le había fallado a nadie, seguir esa pequeña luz, ese pedacito de verdad, como Alicia hizo con el conejo blanco, me había traído al País de las Maravillas. Seguir el conejo blanco es lo que había hecho toda mi vida con vehemencia, una vida llevada de esa manera no era un error. Luego de eso, tuve una larga sesión de autoperdón, de risas, de conciliaciones. Me reía de mi mismo y mi personalidad. Silencio, perdón, fe, valentía, paz. Nada más alejado a la idea con la había empezado la sesión: Una batalla.  

Así fue mi primera sesión. Por supuesto que hubo más, pero son cosas personales que no sería conveniente para nadie saber. ¿Por qué? Porque si hay algo que les puede hacer perder el tiempo en una sesión de ayahuasca, son las expectativas de que las cosas vayan a ser de una u otra manera. El viaje es lo que es. Lo único que hay que hacer es respirar y poner atención, todo lo demás sobra, son distracciones, formas de escapar al único problema real que tenemos: el hecho de que existimos. Ese día me atreví a afrontar este problema. Darle cara al presente aquí, ahora es todo lo que hay por hacer. Aunque suene al más trillado misticismo, de nuevo, les pido, por favor, no me crean nada experimenten uds mismos, en el post anterior coloqué un ejercicio que trata de esto. El viaje en ayahuasca no empieza cuando la dimetiltriptamina llega al sistema nervioso. No, el viaje empieza cuando el efecto pasa y toca a cada uno ser consecuente con sus visiones y certezas. El viaje empieza ahora, a cada instante, está empezando una y otra vez. "Allá" uno solo puede empezar a despertar, el despertar es ahora. Y bueno, claro, en eso estamos todos... ¿sí o no, melcocha?


gracias!




[1] Esta parte de la narración debe tomarse con cuidado. Aunque cuento esto como si hubieran sido pensamientos racionales, encadenados uno tras otro, no fue así como se presentaron en mi mente, en realidad todas estas “intuiciones” se presentaron, al mismo tiempo, incluso recordé una pasaje del libro “La Danza de la Realidad” de Jodorowsky cuando toma LSD con un supuesto gurú, este le recrimina que no gana nada tomando una droga que su conciencia no se ha expandido, que en este estado, luego de haber ingerido el ácido, no es capaz de resolver problemas cotidianos. En ese momento sonó el teléfono, un miembro de la producción de la película que estaba filmando en esa época le llamaba para pedirle un número de teléfono y una dirección, Jodorowsky contestó y dio los datos sin problemas. 

Esto es lo que sucede con los sicodélicos, me parece. Para mí no son drogas, estar en estos estados es todo lo contrario a estar drogado, por el contrario, son estados de extraordinaria cordura.

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